• Crear espacios y tiempos para la “humanización”: para la creación, la alegría, la bondad y las relaciones. Provocar hacia lo creativo. Enseñar-aprender como un proceso dinámico y abierto, donde todos los actores nos lanzamos al descubrimiento.
  • Escuchar en profundidad. Respetar la libertad individual. Creer en las posibilidades del niño/a. Ser auténticos. Respetar  y valorar las diferencias. Personalizar las relaciones con los niños estableciendo lazos  de cariño y afecto. Ser capaces de ponernos de acuerdo con los otros. Reflexionar juntos. Reconocer errores y ser autocríticos. Seguir aprendiendo siempre. Estar en dialogo permanente con el entorno estableciendo vínculos de simpatía, confianza, afecto, apoyo, colaboración,…
  • Posibilitar que se sea único y diferente. Defender la identidad propia y respetar la de los otros. Crear un clima de libertad e igualdad. Descubrir y vivir la vida en sociedad.
  • Saber escuchar y ser escuchado. Poder hablar y opinar. Vivir el grupo, respetar los intereses. Favorecer las diferentes opiniones, ideas, propuestas,… Sentir que uno forma parte de un todo. Posibilitar el intercambio. Crear condiciones para poder comunicar. Enriquecerse  en el trabajo o en la tarea con los otros.
  • Respetar y defender otras formas de vida. Respetar las diferentes manifestaciones culturales. Sentir inquietud por la realidad que viven. Abrir la escuela al entorno. Provocar el interés por el mundo.
  • Posibilitar que: se sientan a gusto y confortables, se expresen con su cuerpo, se hagan independientes, conozcan los límites y saber que se puede o no hacer.
  • Respetar sus necesidades: de movimiento, de expresión y comunicación con las distintas posibilidades que les ofrece su cuerpo, de aprender, conocer, aprender y comprender, de encontrar respuestas a sus dudas e inseguridades, de crecer.